Uno de los principales indicadores de la salud del deporte en un país es el modo en el que ese país entiende, trabaja y cuida a sus bases, a los más pequeños. Porque ellos no son solo los futuros campeones del mismo, sino supone usar el deporte para favorecer una educación en valores y una formación a los más pequeños que es, en mi opinión, fundamental en el progreso de una sociedad.
En España la situación del deporte de base es, cuanto menos, compleja. Tras unos años en los que -especialmente a raíz de los planes de trabajo que se desarrollaron para los Juegos de Barcelona ´92- el deporte español ha vivido su época dorada, ahora nos encontramos -debido en parte a los estragos de la situación económica vivida en los últimos años y por otro lado, a una serie de factores -mala gestión de las etapas de formación por parte de las federaciones, queriendo un alto rendimiento de los deportistas a edades excesivamente tempranas y cambio en el estilo de vida de nuestros jóvenes, porque hay cada vez más niños con problemas de sobrepeso y relacionados con la alimentación, que provoca que cada vez sea más complejo el salto al alto rendimiento.
En el caso del deporte adaptado, el trabajo con las bases se hace infinitamente más complejo ya que, especialmente en los pueblos, muchos padres “esconden” o sobreprotegen a sus hijos con discapacidad para evitarles un supuesto sufrimiento que, salvo en contadas excepciones que deben desaparecer, no existe en el deporte.
En primer lugar, debe potenciarse la inclusión en el deporte, desde la base hasta la élite, y siguiendo una lógica: de nada vale crear equipos no competitivos para poder incluir a niños con discapacidad, ya que eliminar la competición es “descafeinar” el deporte.
Tratemos de incluir a los niños también en la competición, tratemos de encontrar el deporte en el que estos puedan disfrutar y, una vez encontrado, tratemos de buscar, junto a los entrenadores y monitores, la manera de que los niños entren en el engranaje del club deportivo como uno más, buscando su talento y potenciándolo en conjunto al lado del resto de integrantes del grupo.
Tratemos de que el deporte de base sea una fábrica de valores, de lecciones de vida. Tratemos de que los niños que consigan llegar a la élite lleven consigo una mochila de valores que los ayude en su trayectoria vital y deportiva y que, los que no llegan, saquen del deporte esta gran recompensa.
Tratemos de que nuestro deporte de base sea una etapa puramente formativa, formativa a nivel académico y también a nivel deportivo, que haga que los niños tengan una salida más allá del deporte en caso de no llegar a la élite y tengan el futuro que desean cuando el deporte acabe.
Pero, sobre todo, tratemos a los deportistas de base como lo que son: niños. Solo así conseguiremos que de verdad esta etapa sea una fábrica de verdaderos campeones.