En mi último artículo os hablaba de un momento muy importante para mí: desde finales del año 2012 estoy preparando con una ilusión tremenda y con la colaboración desinteresada de numerosísimos compañeros y amigos expertos en las diferentes áreas que componen el proyecto, un gran reto personal: devolver a la sociedad, a través de un proyecto de educación en valores como herramienta de prevención de la violencia hacia la infancia y la adolescencia, todo lo que el deporte me ha regalado y me ha enseñado en los años que llevo practicándolo profesionalmente.
En aquel momento, finales del año 2012, venía de disputar dos finales y ser el mejor atleta europeo en ambas, de batir además el récord de España en ambas pruebas y de ganar mis dos primeras medallas de plata en campeonatos de Europa. Todo era maravilloso, increíble, indescriptible: la realidad había superado, sin duda, mis mejores expectativas, mis mejores sueños.
Pero si algo he aprendido a lo largo de este maravilloso camino que me ha llevado a innumerables países, inolvidables situaciones y a conocer a maravillosas personas de todos los rincones del mundo es que, como dijo Winston Churchill , el éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. A lo largo de todos estos años, afortunadamente y gracias a un maravilloso trabajo de mi equipo, hemos podido conseguir numerosos éxitos a nivel nacional e internacional, pero también han sido innumerables las caídas, los roces, los fracasos, los momentos donde lo más fácil era tirar la toalla, pero decidimos levantarnos lo más rápido posible y seguir. Esa tolerancia al fracaso, esa capacidad de saber mirar a la derrota, al mal tiempo con tu mejor cara, es la que te pone en las puertas del éxito.
Y ese es, ni más ni menos, el mensaje con el que quise ir, desde el primer momento, a los centros educativos, universidades y empresas de toda la geografía española: el éxito es la suma de las lecciones que te dejen tus fracasos y de tu capacidad de resiliencia.
Ya en esa época empezaba a asistir a colegios, institutos y universidades. La realidad que encontré distaba mucho de mis expectativas: niños y adolescentes que no toleran en absoluto el fracaso, el error, la crítica. Menores que, debido a los problemas de conciliación entre la vida laboral y familiar, apenas veían a sus padres unos minutos en el desayuno y otros minutos en la cena al cabo del día, niños y adolescentes solos, sufriendo en silencio la incomprensión de vivir una etapa madurativa en la que ningún adulto se les acerca a ponerle palabras al torrente de sensaciones y sentimientos que tienen cada día. Niños y adolescentes que, al no saber canalizar esa realidad -y aunque todo esto no lo justifique-, respondían con violencia física o verbal.
Esta realidad me empujó a seguir desarrollando mi proyecto. Un proyecto que en 2015 viviría un momento especial, al ser puesto en marcha (de manera parcial) por la Consejería de Educación de la Región de Murcia y que obtuvo un éxito rotundo en los numerosísimos centros en los que se desarrolló.
Pero, a comienzos de 2018, Fundación ANAR decide confiar en este proyecto, ya en su versión completa, y empieza un maravilloso camino que, de cara a la sociedad, tiene su primera etapa el pasado 15 de marzo en el Congreso de los Diputados, presentando el proyecto -bajo el nombre de Objetivo ANAR- y poniendo en marcha una captación de firmas –a la que puedes sumarte en www.objetivoanar.com- con el fin de llevar ante las instituciones una serie de reformas que faciliten el objetivo final del proyecto: cero violencia contra la infancia.
Ahora el camino sigue, un trabajo duro con el gran objetivo de poder estar lo antes posible con los verdaderos protagonistas de este proyecto: los niños y adolescentes y su entorno.
¿Quieres colaborar con Objetivo ANAR? No dudes en entrar en www.objetivoanar.com, firmar y compartir el proyecto en tus redes sociales y entre tus contactos. ¡Queremos la primera generación sin violencia hacia la infancia y la adolescencia!